jueves, 1 de octubre de 2009

LA MONOTONIA DE UNA VIDA


Un día cualquiera, común y corriente, es sinónimo de la monotonía de la vida que llevan - ¿debería decir llevo?- la mayoría de personas, sin que tan siquiera reparen en ello. Un día que sigue su aletargado trámite y que culmina en el momento en el que las agujas del reloj marcan las 00:00 horas. Horas que, para colmo de males, pasan a ritmo de tortuga y en las que un sujeto se pregunta minuto a minuto, segundo a segundo, qué hacer para cambiar el curso de tan tediosa y abominable forma de “vivir”.

Y es que entran a tallar tantos factores –sociales, económicos, emocionales- que nos permiten determinar el por qué de esta actitud abúlica de tantísima gente, que desarrollar cada uno de ellos, nos llevaría a realizar no un artículo, sino un trabajo monográfico o un tratado, los que, desde luego, no realizaré, no sólo debido a la extensión de los mismos, sino también, a la falta de erudición sobre dicha materia.

Sin embargo, amparándome en el derecho a la libertad de expresión –derecho tan mentado y del cual se hace un ejercicio abusivo por gran parte de “periodistas”, medios de comunicación, etcétera- consagrado en nuestra espuria Constitución, es que me atrevo a pergeñar estas líneas y mencionar la que considero es una de las razones por las cuales, gran cantidad de personas no dudan en doblegar su voluntad ante esta “enemiga de la vida”, y se dejan abatir por ella sin oponerle resistencia alguna, cual si la derrota fuera algo inexorable en tanto se trata de una titánide invencible para cualquier mortal.

La razón que esgrimo tiene –básicamente- un componente emocional, y está referido al que ya, el insigne escritor argelino, Albert Camus, expuso en “El Mito de Sísifo”, y que se resume en la visión que poseen muchas personas de que la vida es un absurdo, un sin sentido, absurdo que se ve magníficamente retratado en la escena que describe el autor ya mencionado, en la que Sísifo no escatima esfuerzo alguno para empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rueda hacia abajo, y éste se ve compelido a empezar de nuevo desde el principio.

Pues bien, hay quienes intentan darle a su vida un derrotero diferente, sea en el ámbito laboral, familiar o cualquier otro, y que por uno u otro motivo (ya sea la directiva de un jefe, el autoritarismo de alguna decisión de los padres), se topa con que la voluntad de querer cambiar la rutina de su vida se ve reprimida y, en seguida, decae, sintiendo que ya es inútil pretender realizar esfuerzo algun porque el objetivo es inalcanzable.

Desde luego, no es nada alentador estar inmerso en esta situación. Emocionalmente, es comprensible que muchos sientan que son la personificación de Sísifo, y entonces cesen en su lucha por escapar de la prisión de la monotonía; empero, está en cada uno de nosotros el querer ser condenados a cadena perpetua a seguir "viviendo" así, o si por el contrario, tomamos la firme decisión de querer liberarnos de esta injusta pena. Injusta porque muchas veces nos vemos sentenciados a padecerla por situaciones que si estuvieran en nuestras manos resolver, sin duda alguna, hubieran evitado este inicuo fallo (contar con un trabajo –en el mejor de los casos en los que se tenga uno- que reporte un salario digno que nos provea los medios económicos suficientes para tener un momento de solaz con la familia, por citar un ejemplo).

Sé que muchas personas piensan que si uno vive en la miseria económica es porque se trata de gente que “quiere todo fácil”, que es perezosa, gente que “quieren que todo se les dé”; sin embargo, habría que colocarse por unos minutos en la situación de áquella, y ver si es que sufriendo esa clase de carencias, es posible seguir sosteniendo esa clase de pensamientos. ¡Maldición, que lejos estamos de desarrollar una brizna de empatía, de sensibilidad social!

Soy consciente de que yo me encuentro muchas veces en ese trance de creer que estoy condenado a la cruel monotonía de la vida. Lo padecí durante año y medio que estuve desocupado (de ahi que hable con conocimiento de causa), cuando trataba de encontrar una razón por la cual estaba sin hallar empleo alguno, y, paradójicamente, lo padezco ahora, por el empleo que vengo realizando en mi actual centro de labores.

Habrá quien diga que soy una persona que no sabe agradecer a la providencia por contar con un trabajo, otras dirán que soy un inconsciente que no toma en cuenta que millones de personas en situación de paro quisieran estar en mi lugar, pero esos argumentos me parecen vacuos y demagógicos, no porque sea indiferente a la desgracia de la gente que está desempleada, ya que no soy una persona indolente y, más aún, porque de actuar así, estaría yendo en contra de mi ideología y de los valores que me inculcaron mis padres, sino que, como ya mencioné, la razón que yo atribuyo para que ciertas personas se dejen abatir por la monotonía de la vida, se rige principalmente por un componente emocional, motivo por el cual pueden verse afectadas no sólo personas de escasos recursos, sino también, gente acomodada, religiosos y demás.

Para culminar –y que lo que escribo a continuación no vaya a ser juzgado como uno de esos consejos que brindan los deleznables libros de autoayuda- quiero decirles que día a día brego en contra de esta imponente enemiga, y si lo hago es porque considero que el dejarse vencer sin luchar es un actitud cobarde, la cual me precio de no ostentar, y además, porque considero que ésta no es una actitud digna de que quien preconiza una ideología que propugna una guerra incesante contra la injusticia social, económica y política; y, como bien ya hice mención en un parágrafo precedente, la mayoría de veces en que uno es arrojado a esta cruel vorágine de la monotonía de la vida se debe a una causa injusta. De ahí que esté en cada uno de nosotros decidir entregarle el triunfo a la INJUSTICIA o, por el contrario, plantearle una ardua batalla, en la que, estoy seguro, si le hacemos frente con la perseverancia que se requiere, terminaremos blandiendo la bandera de la VICTORIA.

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