EL TIEMPO
Podría decir que el tiempo es mi
peor enemigo, ello porque cada vez que creí haber encontrado la oportunidad
ideal para decidirme a ser “feliz”, por alguna razón me vi impedido de iniciar esa
dificíl empresa.
Y si lo maldigo, es porque
nunca llegó en el momento propicio; casi siempre me vi compelido de alguna u otra
manera a auto sabotearme, para evitar poner en riesgo lo que en ese momento
formaba parte de mi “estabilidad”.
Siempre el ser humano busca
justificar su infelicidad, ya sea responsabilizando a terceras personas o a la
siempre “salvadora” mala suerte. Digo “salvadora”, porque es mejor recurrir a
esta, antes que aceptar la propia culpa.
Y, como yo no soy quien encarna
la excepción a ese aserto, me veo compelido a escribir estas líneas, que
no hacen sino el papel de un acto de contrición, ya que jamás tuve la valentía
de emprender alguno que me condujera a la tan anhelada “felicidad”.
Pasó el tiempo, y me quedé
atiborrado de deseos, dolores y amarguras, sin ni siquiera intentar buscar la
oportunidad de exteriorizarlos.
¿Y ahora? Ahora ya es tarde para hacerlo. El
tiempo es un vil tirano, que no permite dar marcha atrás. No concede segundas
oportunidades. El tiempo…el tiempo es infalible, y, valiéndose de esa
condición, no alberga ni una brizna de indulgencia en su interior.