lunes, 21 de setiembre de 2009

¿POR QUÉ BENDITA ICONOCLASIA?


JAN HUSS

Luego de haberlo meditado durante el fin de semana, he decidido continuar con la idea de esbozar algunos escritos en este blog, el primero que he creado y que espero pueda ayudarme a canalizar los sentimientos y pensamientos que me agobian en mi diario peregrinar. Sé que no ha de ser una tarea fácil, por las razones que ya argumenté anteriormente, pero al menos haré el intento.
Bueno, luego de esta concisa y necesaria justificación para mi proceder, pasaré a fundamentar el por qué del nombre de este blog.
Desde pequeño, siempre tuve curiosidad por las imágenes que encontraba a mi derredor y a las que observaba con suma curiosidad. Que si un cuadro de un bodegón, otro de unos trazos indescifrables que -me decían- eran el amanecer y el anochecer, que si una imagen que colgaba de una pared en la que un hombre de larga cabellera y cuerpo enjuto, que parecía tener su anatomía fundida a unas tablas en forma de "T" -comprendan que era un niño y no sabía que era una cruz-, entre otras imágenes que despertaban mi atención. De entre todas las que he mencionado, era la última la que más me llamaba al análisis. No me podía explicar como una persona podía permancer sujeta a unas tablas, entonces fue que reparé en los clavos que sujetaban una a una las extremidades de aquel cuerpo a esa "T". En seguida, le formulé mil y un interrogantes a mis padres, quienes gustosos no dudaron en darme sendas respuestas: "El es Jesús, un hombre que dio su vida por "nosotros" para salvarnos del pecado"-sentenció mi madre.
"Nosotros", "pecado", eran palabras que me desconcertaron, qué es lo que éstas querían decir. Sin duda alguna, necesitaba otra opinión, fui corriendo, en busca del auxilio de mi padre y le formulé la misma interrogante, a lo que él me constestó: "Dicen que fue un hombre combativo, que se enfrentó al poder político que gobernaba por entonces la ciudad en la que vivía este señor, hijo". "Combativo", "poder político". Definitivamente, no pude comprender del todo ninguna de las dos respuestas que me dieron y que, felizmente, me dejarón con la curiosidad latente, obligándome a querer seguir indagando sobre esta enigmática imagen.
Así fue pasando el tiempo, y me di cuenta de muchos hechos relacionados con esa figura, ese hombre y muchas historias relacionadas a él. Inclusive, en el colegio en el que estudié me decían a diario que él era nuestro salvador, nuestro mejor amigo, el hijo de "dios". ¡Vaya!, ¡Cuántas cosas me decían de este señor! ¡Definitivamente tenía mucho por averiguar!. Y fue eso lo que hice, sin embargo, muchas de las "enseñanzas" impartidas en mi escuela no llegaban a satisfacer del todo mi curiosidad. Sobre todo una, la que decía que cada vez que observaramos un estructura de cemento en la que en su cuspide se encontrara ubicada esa "T" nos santiguaramos, vale decir, hiciéramos la señal de la cruz -sí, finalmente supe que esa "T" como yo la llamaba no era una letra sino, una CRUZ y ésta, a su vez, era un símbolo religioso-.
De más está comentarles que mis cuestionamientos seguían atormentándome, y que si bien yo obedecía y actuaba de acuerdo a lo aprendido en el colegio, aún no completaba de saciar mi curiosidad sobre esa imagén y sobre todo el halo de misterio que ella rodeaba.
Los años pasarón y comprendí -al menos eso es lo que pienso- de qué se trataba toda esa historia que tantas interrogantes me obligó a formularme. Este hombre era el paradigma de una religión, su vida, la base de una doctrina a la que muchas personas seguía, inclusive por la que miles estarían dispuestos a morir o matar (cruzadas, santa inquisición, entre otros acontecimientos, me hacían saber que iba por el camino correcto).
Documentándome un poco, supe que muchas personas que se atrevieron a cuestionar los argumentos esgrimidos por los que se consideraban -y se consideran- seguidores de las enseñanzas de Cristo, recibieron como "premio" mil y un vejaciones (en el mejor de los casos), otros fueron obligados a retractarse de sus opiniones, aunque en su fuero interno sabían que no estaban equivocados y a voz quedita, dijeran: "e puor si muove"; y muchos otros fueran condenados a la hoguera, aún cuando eran seguidores de "dios", pero con una particularidad, la de querer hacer realidad él discurso de la Iglesía en la tierra, y para beneficio de los menos favorecidos, como por ejemplo sucedió con el señor de la foto que aparece en la parte inferior al título de esta nota -la cual se ha extendido demasiado, por cierto-.
Bueno, a estos señores se les denominó de una y mil maneras: traidores, impíos, herejes, agitadores, locos, revolucionarios, iconoclastas, entre otros.
Es precisamente, la última denominación que he descrito la que me llevó a darle el nombre a este blog: ICONOCLASTAS. Iconoclasta, que quiere decir, persona que practica la iconoclasia, la que no es otra cosa que la deliberada destrucción dentro de una cultura de los íconos religiosos de ésta misma, ya sea por motivos políticos o religiosos, aunque también es usada desde el siglo VIII, para referirse a los herejes. Sin embargo, el sentido de esta palabra abarca no sólo la destrucción de imágenes, sino también, al rompimiento de dogmas, de falsas creencias, a la eliminación de paradigmas y algo tan simple, como al desconococimiento de autoridades apócrifas, sean estás reales o ficticias, se traten de ideas o personas.
De tal manera, que ser un iconoclasta no se cincuscribe al ámbito religioso, sino también al moral (Nietzsche, Wilde, son un ejemplo de ello), al plano artístico, poético (los dadaístas, verbigracia) y hasta en el político, por qué no (Marx, Lenin, entre otros).
Hoy que se han creado mil y un dogmas sin sustento, es cuando se hace más necesaria la existencia de personas resueltas a seguir la iconoclasia. Tenemos a un país tomado por "dios", ubicado en américa del norte y que tiene la arrogancia de hacerse llamar una nación ungida por el "todo poderoso" para marcar los derroteros de la humanidad, a la cual yo denomino "LA PANDEMIA", por si ésto fuera poco, tenemos a un gobierno que dice poder arremeter y aniquilar poblaciones enteras por ser "el pueblo elegido por Yaveh", el cual se encuentra ocupando un territorio que no le pertenece, y que cuenta con el privilegio y el aval de la superpotencia mundial, el cual no sólo le ofrece su amistad, sino que lo bendice proporcionándole armamento y santificando la muerte de miles de palestinos, tenemos un presidente que nos gobierna, que haciendo gala de su gran amor por la cultura francesa -que bueno fuera por la gesta de la Toma de la Bastilla- se figura ser la reencarnación de Luis XIV, alucinando que el Estado se subsume a su persona, tenemos el sacro-santo evangelio del neoliberlismo, el que señala que la intervención de algún agente extraño en el mercado produce la ruina de un país, y la ingente fortuna concentrada en unas pocas manos, se olvidan de decir estos profetas, a los cuales, la realidad ha hecho el mentís más categórico. Así podríamos pasar revista a mil y un dogmas nocivos para la humanidad, los cuales ya han venido siendo rebatidos, y otros requieren de la conciencia en vigilia de parte de quienes nos sentimos discoonformes con lo que se sucede en el mundo y, por sobre todo, de una actitud rebelde frente a las injusticias que aquejan a la humanidad, lo que a su vez necesita de una inmensa dosis de solidaridad, empatía -que está tan venida a menos- y por supuesto, de una gran dosis de voluntad de practicar la inconoclasia. ¡Esa bendita iconoclasia! que tantos beneficios trajo a los hombres, aunque a muchos les impidió ver los logros de su gesta libertadora.
De más está decirles que la colocación del termino "bendita" acompañada de iconoclasia, se hizo con el afán de jugar con estas dos palabras que para muchos pueden ser incompatibles, pero que su sola paradoja gramatical, revelan el espíritu socarrón de quien escribe esta nota.

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